Aunque, como bien dice el refrán, las prisas no son buenas consejeras, el equipo ministerial con su directora/guionista a la cabeza (a pesar de que eso "claramente" no supone un conflicto de intereses, al menos según los jueces) ha preparado un proyecto de ley con más agujeros que medidas interesantes. Cerrar webs que hagan "apología" del pirateo es algo tan vago como fácilmente criticable y, con la constitución española en la mano, también tiene todas las de perder en los juzgados.Sin embargo, con este texto no nos colocamos al lado de los aguerridos cibernautas. La cultura de "todo es gratis" y de "internet no tiene dueño", tampoco es válida.
El problema de fondo de todo esto es que todos los implicados piensan en lo que ellos harían y no en lo que harán los que vienen detrás. Las nuevas generaciones que ya han nacido en el mundo web tienen otros comportamientos a la hora de acercarse a una obra cultural. Como bien me comentaba una amiga "nosotros somos la generación coleccionista, nos encanta tener discos, DVDs, libros, etc abarrotando las estanterías, pero la siguiente generación lo almacena todo en un disco duro".
El usuario no es contrario a pagar sobre todo si por un módico precio, el común de los mortales que lo más que sabe hacer en internet es buscar con Google, se ahorra el tener que aprender sobre servidores, enlaces, puertos del router y demás. Ofrécele un contenido de calidad, conveniente, a tiempo y cómo y cuando él lo quiera, y ya son muchos los que están interesados en esto, véase sólo el éxito de iTunes o la App Store de Apple.
Lo que no está dispuesto a hacer es pagar lo mismo por una copia física y una digital, cuando en esta última se han ahorrado fabricación, transporte, distribución, etc. Hace poco que han surgido en el mundo musical propuestas como Spotify. La máxima es toma, aquí tienes toda la música del mundo, ahora bien, puedes escucharla con molestos anuncios, que financian el servicio gratuito, puedes pagar y eliminarlos, entonces el usuario financia el servicio, o incluso, si te ha gustado enormemente el tema que suena, cómpratelo. Es el primer negocio musical del siglo XXI y, probablemente, la senda por la que continuará este mercado. Fuera del tema musical, otro ejemplo que podemos citar es Steam, la red de distribución digital de juegos que Valve, una conocida desarrolladora de ocio interactivo, puso en marcha y que le está reportando ingresos constantes gracias a las ofertas y a ofrecer precios competitivos frente a las copias físicas.
Entonces, si el usuario está dispuesto a pagar y el creador puede vivir de su obra ¿cúal es el problema? Fácil, todo el entramado de discográficas, distribuidores, vendedores, asociaciones y demás que ven como se ha secado la teta de la que han chupado los últimos 50 años. Son mas bien artistas, en su mayoría con una carrera profesional más o menos justita, los que tras unas gafas de Gucci esconden sus lágrimas por la tremenda devastación cultural que están provocando los infames usuarios, esos mismos que, por otra parte, son los que los están manteniendo, ávidos de descargas siempre ilegales. Aún esta por ver que artistas de la categoría de, por ejemplo, los Rolling Stones o Spielberg, lean patéticos manifiestos y hablen de que la cultura está amenazada por internet.
Lo bueno de la tecnología es que su avance es imparable y, o bien sortean la pared o se estrellarán inexorablemente con ella. Pueden eliminar las páginas con enlaces a las descargas, los servidores del emule, los torrent, el megaupload, etc... que saldrán más y más alternativas. Sin embargo, lo triste es que las buenas propuestas, y rentables, como iTunes, Spotify o Steam se puedan contar con los dedos de una mano, si nacieran al ritmo.